Por fin le tocó al Racing

El Racing estaba acostumbrado a ser el desgraciado, la víctima que necesita todo final inesperado. Siempre ha sido quien sufría las consecuencias de un súbito golpe de guión en la última escena de la película, en ese desenlace que obliga al espectador a replantearse todo lo que ha visto hasta ese momento. Porque en sus últimas aventuras en Segunda División había sido especialmente castigado en los descuentos, cuando una acción aislada echaba por la borda todo lo hecho hasta ese momento. Entonces se producía el drama y sus jugadores y sus aficionados se quedaban como los del Lugo el pasado domingo: apesadumbrados, con la certeza de estar condenados, de que hay algo que les impide pelear de igual a igual. A menudo son episodios cargados de romanticismo porque las derrotas acostumbran a ser más bellas que las victorias. Es el aura del perdedor, que siempre ha resultado atractivo, pero es mejor alejarse de él. El racinguismo ya no está para historias románticas. Bastante polvo ha mordido ya. 

Nadie vio venir lo que sucedió en la última acción del partido del Anxo Carro. No había habido nada que lo anunciara. Fue un golpe de efecto brutal que alteró las conclusiones que cada uno había sacado ya del partido. Hasta ese instante, los seguidores locales habían cantado y soñado con la posibilidad de seguir vivos en la pelea por la permanencia y al racinguista le había entrado el tembleque. Todos los equipos de la zona baja habían sumado y que no lo hiciera su equipo hacía reaparecer viejos fantasmas. Más aún, teniendo en cuenta el difícil calendario que tiene el Racing por delante, sobre todo en El Sardinero. Sin embargo, un buen centro y un certero remate cuando el árbitro ya iba a pitar el final del envite lo cambió todo. El Lugo ya no había hecho tan buen partido y el Racing ya no lo había hecho tan mal a pesar de volver a enseñar todas sus limitaciones con el balón en su poder. Es el poder del gol en el fútbol, hace que uno parezca más guapo o más feo independientemente de sus méritos.

El desenlace, ese cabezazo de Germán, lo alteró todo. Como sucede en todas esas películas con un brutal golpe de efecto final que derriba los pilares sobre los que se había apoyado la supuesta comprensión de la historia. El que era bueno ya no parece tan bueno y el malo tampoco parece tan malo. El espectador acabó desorientado como al terminar de ver ‘Shutter island’ y con la misma cara de quien descubre en los últimos segundos de la película quién es Keiser Söze, el invisible villano de ‘Sospechosos habituales’; cuál es la verdadera naturaleza del protagonista de ‘Memento’, la obra que puso en primer plano a Christopher Nolan; o quiénes o qué son los personajes principales de ‘Los otros’, la cinta que Alejandro Amenábar rodó en Cantabria. Después de recibir el gran golpe final, uno se da cuenta de que han estado jugando con él, de que todo ha sido un artificio que, tras revelarse la realidad, le obliga a hacer una bola de papel con todo lo que había escrito y tirarla a la papelera.

La citada película protagonizada por Nicole Kidman tiene mucho que ver con ‘El carnaval de las almas’, la obra de culto de 1962 firmada por Herk Harvey de la que tantos han bebido. Su final acaba haciéndote pensar que la protagonista nunca salió viva de aquel accidente de tráfico, algo similar a lo que sucede con Bruce Willis en ‘El sexto sentido’, con la que Night Shyamalan se dio a conocer a lo grande. Éste ha vivido continuamente en Segunda División, una categoría donde habitualmente suceden cosas en los instantes finales. Nadie se puede levantar de su butaca antes de tiempo porque incluso quien parece perdido, como el Racing en Lugo, puede hacer saltar la sorpresa. Cualquiera que viera el encuentro tenía más o menos claro cuáles habían sido sus claves y cómo iban a terminar las cosas, pero todo dio un vuelco tremendo como el que se da en el final de ‘El bosque’, la segunda película del director indio. Tras conocer la realidad, todo lo acontecido hasta ese momento adquiere un nuevo significado. Lo que parecía importante ya no lo es tanto. 

Lo mismo sucedió con el gol de Germán, con ese giro final que sirvió para camuflar las penurias que había vuelto a mostrar el Racing con el balón. El equipo de José Alberto sabía de antemano que, como le había sucedido contra el Huesca, le iba a tocar tener el balón más que a su rival. De hecho, acabó con prácticamente un 70% de posesión, la más alta de la temporada. Y volvió a quedar acreditado que el conjunto cántabro se atasca cuando le toca ejercer ese rol dominador. No sabe, no le sale. No está diseñado para eso. Fue, además, un guión de partido que quedó potenciado tras haber recibido un gol a los trece minutos. Eso hizo que el Lugo aún se fuera más atrás y dejara hacer a su oponente más incluso de lo previsto. Pudo, en definitiva, esconder una necesidad con la que pretendía jugar el conjunto cántabro como había jugado con la del Málaga quince días antes.

Amenazaba el Racing con volverse a casa haciéndose demasiadas preguntas pero ese brusco cambio de guión final lo cambió todo. Como cambiaron su inicio de temporada los dos goles en el descuento que le marcó el Villarreal B en el primer partido del calendario o como cambia la composición del tablero cuando, en ‘El imperio contraataca’, conocemos en el combate final quién es en verdad Darth Vader. De manera más impactante aún y sin necesidad de palabras, sólo con una potente imagen, descubrimos también en los últimos segundos de la película que, en verdad, ‘El planeta de los simios’ no pertenecía a ninguna galaxia lejana. La reacción de Charlton Heston al descubrir la realidad bien se puede homologar a la que tuvieron los aficionados del Lugo al descubrir que todo había sido un sueño, que siguen sin ganar ni un solo partido en todo el 2023 y que, en el fondo, están ya descendidos en marzo.

Esta vez, fue el Racing quien sonrió con cierta malicia, quien sintió que, al final, todo le había salido bien como a Kevin Spacey en ‘Seven’ o como a Tim Robbins en ‘Cadena perpetua’. Tras tanto sufrir en carne propia puñales por la espalda en los descuentos, esta vez pudo engañarlos a todos como Edward Norton en ‘Las dos caras de la verdad’, cuando justifica haber matado a un cura por un supuesto de trastorno de personalidad. No era verdad, sólo una trampa. Algún spoiler tenía que haber en este texto porque ha caminado en todo momento por el alambre. Como los equipos de fútbol que se juegan la vida en cada partido. Anda que no habría sido diferente la semana en el entorno del equipo cántabro si no se llega a producir ese giro final en Lugo. Así es el fútbol. 

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