El peligro del principio feliz

Cuando al principio de una película todo es perfecto, es que es de terror. Por eso sabemos que todo se va a torcer en la siguiente escena. Algo así venía a decir Santiago Segura en su última película veraniega, una más de las que viene realizando de manera puntual para hacer caja con los más pequeños en cada periodo estival. Se tituló ‘Vacaciones de verano’ y, como bien decía, comienza bien y, aunque está lejos de convertirse en una obra terrorífica, sí acaba sumiendo a los protagonistas en una serie de embrollos que justificaban, en teoría, el precio de la entrada. Son películas que parece que gustan porque nunca faltan a su cita y recaudan ingentes cantidades de dinero, pero justo es reconocer que a otros, en efecto, les acaban pareciendo obras de terror que están obligados a tragarse por diferentes circunstancias.

La afirmación de quien fuera Torrente responde a una realidad. Sobre todo, cuando se habla de películas de casa encantada o incluso de las llamadas ‘slasher’, aquellas en las que el mal inicia una persecución a, generalmente, un grupo de jóvenes que se las prometían felices. Las primeras suelen comenzar con la ilusión de quien estrena nueva vida. Como en la primera de ‘Expediente Warren’, todo va bien, por fin han cumplido los protagonistas el sueño de vivir en el campo, pero pronto surgen los problemas. Siempre hay problemas. Incluso cuando un equipo de fútbol está sumido en una buena racha, cuando cree que por fin ha encauzado su existencia, ha de recordar que llegarán las crisis. Y el Racing teme estar entrando en una.

El inicio de curso del conjunto cántabro ha sido el propio de una historia de terror. Todo ha sido perfecto. Comenzó con una contundente victoria 4-0 ante su gente y fue capaz de enlazar una buena racha de resultados que disparó las ilusiones y que dejó al equipo en posiciones de playoff. Todo iba bien. Como en el arranque de ‘Polstergeist’, en el que la familia Feeling disfruta de una apacible vida de sueño americano en su comunidad planificada de California. Él es promotor inmobiliario y ella ama de casa. ¿Qué más quieren? Hasta que la pequeña Carol Anne despierta una noche y comienza a hablar con el televisor. Ahí se empieza a torcer todo.

Al Racing se le empezó a complicar la historia cuando se alejó de casa, de su refugio, su fortín, de la guarida en la que los males de la vida no pueden infectar su bienestar. Le tocó afrontar dos desplazamientos en apenas cinco días y perdió los dos trasmitiendo una pobre imagen. Ahora el entrenador no parece tan bueno porque sus planteamientos en Leganés y Tenerife resultaron confusos y ya no está tan claro que haya equipo suficiente para pelear por ilusiones. De nuevo el racinguismo subido en una montaña rusa. Toca reabrir las santas escrituras verdiblancas para no perder la cabeza: “Ni antes éramos el Bayer Leverkusen ni ahora la última mierda que cagó Pilatos”. Preciado, siempre presente.

El presente se antojaba perfecto como el principio de ‘Sed de mal’ y todos acudían felices e ilusionados a la cita con su equipo. Como los adolescentes que se van al campo en ‘La matanza de Texas’ o en ‘Viernes 13’. Alcohol, risas, promesas sexuales y todo un fin de semana por delante para saciarlas, pero comienzan las desapariciones y las muertes. ¿Quién anda ahí fuera? El Racing sospecha que hay alguien peligroso rondando, un ser desconocido y enmascarado que pretende acabar con la fiesta, romper el cántaro de leche y complicar su futuro. Porque todo parecía irle bien y el entorno, fácilmente influenciable como lo es toda afición, se había echado al monte de las ilusiones. El futuro cercano se anunciaba prometedor pero no hay que fiarse de los primeros capítulos. Siempre hay problemas, un ser maligno que no quiere que nadie sonría. “Ya están aquí”, advierte la joven Carol Anne.

El Racing puso a enfriar el champán porque acababa de renovar a uno de los mejores jugadores de la categoría y éste celebró la operación con una obra de arte en forma de golpe directo en la primera jornada, porque la maquinaria dio la impresión de mantener el engranaje de la segunda vuelta del curso pasado y porque los fichajes no tardaron en confirmar que habían sido un acierto. Fueron pocos pero exquisitos. Lago Junior marcó en sus primeros segundos como racinguista, al igual que Arana y Andrés Martín. Sin necesidad de adaptación, Morante parecía una máquina de hacer circular la pelota y Grenier llegó en plan estrella del rock, de Max Von Sydow acudiendo al exorcismo para ayudar al padre Karras. Incluso Aldasoro siguió creciendo, Mantilla se quedó con el lateral derecho y José Alberto y Martija entendieron que no hacía falta fichar a otro para el izquierdo porque valía Mario García. La factoría de La Albericia siguió produciendo. Todo era confeti. Qué bonito.

Se convirtió el equipo verdiblanco en una máquina de aplastar rivales en su campo, en su fortín, en el lugar donde se siente seguro, pero aún no ha ganado cada vez que ha atravesado la puerta. Ahí está el mal. Le asedia. Y este sábado se multiplicará. Llega el Sporting y lo hace respaldado por multitud de aficionados. Viva la fiesta. Al Racing le toca defenderse de la amenaza, proteger su hogar con lo que tenga porque ahora mismo es su principal tesoro. Le han asediado porque, tras dos derrotas consecutivas, ambas fuera de casa, se ve obligado a rectificar con una victoria y con una nueva demostración de su poderío como local. Lo contrario, tras la pobre imagen mostrada en la última semana, abrirá la puerta a la palabra crisis y con ella se convertirá la feliz historia de agosto y septiembre en la película de terror que anunciaba Santiago Segura. 

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