Volver de mejor manera

Cuando al Terminator le prohibieron entrar en la comisaría donde descan­saba Sarah Connor, a quien quería matar antes de que diera a luz a su hijo John, que en el futuro lideraría la revuelta contra las máquinas, no le dejaron pasar. El burócrata que tenía ante él ni siquiera levantó la cabeza para mirarle, pero el androide no se inmutó. Sólo dijo una cosa: «Volve­ré». A continuación, salió del edificio y pocos segundos después cumplió su palabra al volante de un coche con el que derribó la entrada y se llevó por delante al vigilante. Una vez dentro, continuó con la que quizá sea la mejor escena de la película: fue avanzando por todos los pasillos cargándose al que se encontraba por ahí en busca de su presa. No quedó casi nadie.

El Terminator, entrando en la comisaría.

Ese ‘volveré’ que Arnold Schwar­zenegger se resistió a decir porque entendía que se le notaba demasia­do su acento alemán, pasó a la his­toria. Tanto es así, que incluso se ha convertido en una marca identifica­tiva del propio exgobernador de Ca­lifornia, que la siguió utilizando en otras películas de la saga y en otras que no tenían nada que ver con ella, como en ‘Comando’ cuando es subido a un avión en contra de su voluntad o en ‘Desafío total’ cuando es apresa­do para llevarle a Recall, la empresa especializada en implantar falsos re­cuerdos. En ‘El último gran héroe’ lo utiliza hasta en tres ocasiones, dos en ‘Los mercenarios 2’ y también apare­ce en otras cintas de diferente corte como ‘Los gemelos golpean dos ve­ces’ tras ser objetivo del experimen­to que le va a dejar embarazado o en ‘Un padre en apuros’.

Quizá su momento más épico lo al­canza en ‘Perseguido’, la película de 1987 en la que, acusado de un crimen que no había cometido (un masivo ataque desde su helicóptero contra población civil), es condenado a par­ticipar en un programa de televisión donde ha de enfrentarse a muerte a una colección de ‘frikys’ convertidos en ídolos pop. La historia está am­bientada en 2017, año que hemos su­perado hace ya un lustro, y se puede decir que atinó bastante. Cuando está a bordo de una cápsula que le enviará a las profundidades del estudio donde se producirá la guerra por la supervi­vencia, Ben Richards, que es como se llama ‘Schwarzer’, llama al malvado Damon Killian, que es el presentador del espectáculo. «Killian, volveré», le dice. El otro reacciona de primeras un tanto confundido e incluso temeroso, pero acaba respondiendo: «Sólo en la repetición».

Killian y Richards en 'Perseguido.'
Al final vuelve, claro. Y saca a la luz todo el montaje. Todos cumplen su promesa para desgracia de los ma­los. También el Racing prometió vol­ver cuando fue expulsado de Prime­ra División y seguro que algún día lo conseguirá. También lo ha hecho cada vez que se ha quedado muy le­jos de cumplir las expectativas las tres últimas ocasiones en las que ha esta­do en Segunda. Ahora ha vuelto tras muchas penurias, tantas como las que sufre el propio Ben Richards para ma­tar a Subzero, que caza con una gua­daña como si fuera un palo de hockey; Buzzsaw, que es un gigantón ruso que persigue concursantes con una moto­sierra; el Capitán Libertad, que es un cazador retirado con un estricto có­digo de honor; Fireball, que tiene un lanzallamas, y Dynamo, que tiene un lanzarrayos. El Racing ya está aquí. Ha sido duro, pero ha conseguido vol­ver con contundencia, marchándose un momento ante una primera negati­va y entrando en la categoría a bordo de un camión. Le ha sobrado incluso un mes de competición.

Martín Solar, Siverio y Camus debutaron en Segunda.
Cuando en pleno verano del 2020, tras el encierro pandémico, el equipo verdiblanco dijo al fútbol profesional aquello de ‘Volveré’, ya había empeza­do a cimentar las bases de su retorno. En aquellos últimos encuentros de la basura, José Luis Oltra, quizá conmi­nado por los de arriba, que ya habían fichado a José María Amorrortu para comenzar de cero, por fin empezó a dar presencia a la cantera. Apare­cieron Martín Solar y Marco Camus, fundamentalmente. Y demostraron que estaban preparados, algo que tocaría confirmar al siguiente año, cuando la nueva dirección deporti­va tenía bien claro que ese retorno prometido no podía darse como en las anteriores ocasiones, sino con una base sobre la que sustentar el proyec­to. Entendió que debía convertirse en habitual tener al menos cinco o seis canteranos formando parte del pri­mer equipo con todas las consecuen­cias. Había que apostar y la apuesta ha salido bien.

Fue también por aquel entonces cuando Amorrortu vio en Villaescusa a Íñigo jugar el playoff de ascenso con el Rayo actuando como medio centro y en seguida tuvo claro que él debía ser el líder de la sala de máquinas. No había debate. Había que apostar de manera firme y ha encontrado el equipo un capitán para muchos años. También un defensor cumplidor allá donde le pongan como Mantilla, un extremo como Camus por el que aún falta realizar una apuesta igual de im­portante que la hecha con el de Am­puero, o un media punta como Pablo Torre. Nada de mimarle y cuidarle porque es demasiado joven. A jugar. Y no sólo ha liderado el ascenso por mucho que él no estuviera cuando el equipo dijo «volveré», sino que el club lo ha vendido y podrá presentar­se de nuevo en el fútbol profesional en mejor disposición que hace tres años: con cuatro millones más de lí­mite salarial.

Una cosa es volver para cobrarse las deudas pendientes como hace el exgobernador de California, que in­cluso utilizó el ‘volveré’ para hacer campaña política, y otra por pura nos­talgia. Lo primero suele salir bien en el cine palomitero mientras que lo otro suele tener un mayor trasfondo y no siempre resulta positivo el re­torno a casa. El Racing lo sabe bien porque las últimas tres veces que ha jugado en categoría profesional ha terminado descendiendo. Se había acostumbrado a volver en plan ‘Co­mando’ y a pasar por Segunda Divi­sión ascendiendo casi a la primera, pero en la última década todo se ha ido al traste. El primer episodio fatí­dico (12-13) fue el que comenzó con Unzué y continuó con Fabri y todos los demás amigos de Harry y Pernía. El segundo (14-15) fue el que obligó a Paco Fernández a comple­tar la primera vuelta sin delantero y el tercero (19-20) fue en el que Chu­ti Molina hizo un equipo nuevo para contratar a una colección de futbo­listas que hacía tiempo que habían dado lo mejor de sí.

Cuando en ‘La Ley de la calle’, la película de Coppola, vuelve El chico de la moto a casa, lo hace fuera de su tiempo. En su día fue quien cortó el bacalao hasta ser convertido en mito, pero ahora ha pasado a ser un tipo un tanto patético que se dedica a lanzar proclamas filosóficas al estilo del co­ronel Kurtz en ‘Apocalypse Now’ o del propio Drácula en la versión del mismo director. Todo lo contrario su­pone el retorno de Sean Thornton, el boxeador irlandés al que da vida John Wayne en ‘El hombre tranquilo’, cuando vuelve a Innisfree, el pueblo donde nació y creció. Allí todo es bon­homía. Están anclados en normas del pasado pero los nuevos enamorados saben hacerse un hueco.

El Racing no va a poder volver como Terminator porque le falta un camión y toda la artillería que éste tiene y no le conviene hacerlo como el personaje de Mickey Rourke en la película de Coppola. Es un histórico con muchos años en el fútbol profe­sional pero todo eso forma parte del pasado. Ahora las normas han cam­biado y vale más un club sin masa social pero con una buena gestión que otro con miles de hinchas detrás que esté mal dirigido. Por eso lo me­jor será volver sin hacer demasiado ruido, casi de incógnito, como vuelve Sean Thornton en busca del paraíso perdi­do en la obra maestra de John Ford . Ha de pelear contra el grandullón Víctor McLaglen («¡lo lamentará has­ta el día de su muerte, si es que vive hasta entonces»!), pero se sale con la suya. De eso se trata.

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