Soko, el octavo pasajero

Los jugadores del Badajoz debieron sentirse el pasado domingo como la tripulación de la Nostromo, la nave donde discurre buena parte de la pe­lícula ‘Alien’. Sabían que había un octavo pasajero en el interior de Los Campos de Sport, una máquina de matar que ya había acabado con ellos en el Nuevo Vivero, pero tardaron en verle. Y eso es lo que más miedo da: saber que está a bordo pero no sa­ber dónde exactamente, por dónde puede aparecer, cómo se va a mani­festar o quién va a ser el siguiente en caer. Como en la película de Ridley Scott, no se hizo presente con toda su fuerza hasta prácticamente el tramo final de la historia, cuando el equipo pacense ya tuvo la virtud de no jugar más. Cogió el balón, se lo llevó para casa y dio por finalizada la película antes de tiempo.

 

«En el espacio, nadie puede oír tus gritos». Así se promocionó en su día ‘Alien’. Por un lado, es inútil lanzar un grito de socorro porque es probable que no haya nadie a varios años luz a la redonda. Por otro, porque todo el mundo sabe que, al contrario de lo que muestran algunas películas de ciencia ficción, el sonido no viaja por el espacio. Quien mejor lo ha mos­trado en los últimos años fue Alfonso Cuarón en ‘Gravity’: uno puede estar a pocos metros de una explosión o de un choque entre dos grandes arma­tostes y no oír absolutamente nada. El contraste es espectacular.

 

La teniente Ripley, la heroína de la película de Ridley Sctott y de toda la saga posterior, entendió rápidamen­te que gritar es estúpido. Lo que hay que hacer es salvar la cabeza. En las siguientes películas de Alien, ella es la que más sabe de esa extraordina­ria maquinaria de matar alienígena porque la ha sufrido y porque inclu­so ha conseguido huir de ella. Sabe de lo que es capaz porque en su día sufrió algo muy similar a lo que ha­bían sufrido los jugadores del Bada­joz cuando se enfrentaron al Racing en la primera vuelta. Fueron víctimas en su propio campo de la letalidad de un jugador como Soko. Aquel partido se pareció mucho al del domingo en El Sardinero: no hubo demasiadas ocasiones ni ningún dominador cla­ro. Iba abocado al empate hasta que apareció el camerunés.

 

Su jugada se hizo viral. Robó un balón en su propia área al borde del descuento y, a pesar de estar a cien metros de la portería rival, arrancó sin mirar a los lados. Le intentaron parar por lo civil o por lo criminal, pero no pudieron. Tenía más fuerza que na­die. Fue dejando cadáveres detrás de él hasta que, llegado el momen­to oportuno, cedió el balón a Cedric, que finiquitó la jugada a lo grande con un enorme remate desde fuera del área. Dio igual, quien se llevó todas las portadas fue Soko.

 

En Badajoz han tenido pesadillas con él desde entonces. Volvieron a tener noticias de su capacidad des­tructiva cuando su nave aterrizó en la localidad vecina de Almendralejo. Allí volvió a mostrarse como una ma­quinaria perfecta de matar, como una mezcla de Alien y Predator, un acci­dente de la naturaleza abocado a des­truir defensas. Porque no sólo mar­có un gol, sino tres en apenas veinte minutos. Fue todo un baño de reali­dad para los jugadores del Extrema­dura, que se habían negado a creer en la existencia de dicho ser del que les habían hablado en la capital. Les sucedió lo mismo que a quienes en­contraron a la teniente Ripley tras 57 años de hipersueño en la segunda película de la saga, la de James Ca­meron. La tacharon de loca y, lejos de creerla, formaron una colonia en el planeta donde encontraron aquel primer huevo del alien. Craso error. Soko acabó con ellos.

 

También al Badajoz, como a Ripley, le tocó volver el pasado domingo a LV-426, que era ese maldito plane­toide de donde surge esa mala bes­tia. Era El Sardinero. Y a buen seguro que cuando comenzó el partido, sus jugadores miraron a todos lados bus­cando a ese ser maligno de otro mun­do para acabar con él antes de que él volviera a acabar con ellos. Pero no le encontraron. Y de ahí nace el verda­dero terror: de lo que no se muestra. Ese es el valor de ‘Alien’: esa capaci­dad de mantenerte en tensión sin la necesidad de enseñarte a la bestia. Entra en juego la imaginación y no hay nada que invente peores pesadi­llas que ella.

 

Al alien apenas se le ve. No es ne­cesario enseñarle para convertir una teórica película de ciencia ficción que quería beber del 2001 de Kubrick y del ‘Star wars’ de Lucas en una auténtica historia de terror. Tampoco los juga­dores del Badajoz vieron a Soko y no se lo podían creer. Vieron la alinea­ción antes de empezar el encuentro y comprobaron que Fernández Romo no había incluido a su gran pesadilla en el once inicial. Es un extremo ca­paz de condicionar a todos los rivales pero el entrenador verdiblanco se lo ha cargado en los dos últimos encuen­tros. No lo entendían ni los futbolistas del equipo pacense ni aquellos que han disfrutado con la sensación de peligro que transmite Soko.

 

No se fiaban los jugadores del Ba­dajoz porque conocían el valor semi­nal de ‘Alien’ y, por tanto, lo que les esperaba. Bebió mucho de ella ‘La cosa’, la película que John Carpen­ter firmó tres años después. Al ser maligno, a esa máquina de matar y de terminar con campamentos ente­ros, no se le ve. Y ni falta que hace. Es un ser parasitario que puede estar dentro de cualquiera. Quizá es lo que temieron los jugadores del Badajoz, ya que dejar a Soko en el banquillo te­nía que tener alguna trampa. ¿Quién se va a dar semejante lujo? Igual sólo era un disfraz.


Fue Fernández Romo quien lo hizo. Quizá porque es el más fiel defensor de esta manera de generar suspense, angustia y terror a partir de no ense­ñar al monstruo, algo que también ha­bía hecho Steven Spielberg en 1975 con ‘Tiburón’. Si ya toda la película es una obra de museo, su primera media hora larga es de coger papel y lápiz y tomar apuntes. El director aguanta todo lo que puede la aparición en la película del animal al que, en el fon­do, todo el mundo había ido a ver. Mientras va generando toda esa sen­sación de incomodidad por la llegada a la costa californiana de ese tremen­do animal, sólo lo enseña a pequeñas dosis para calmar de primeras la an­siedad del público. Primero un poco de sangre, luego una aleta, luego la cola... Lo bueno se hace esperar.

 

Lo mismo debió pensar el técnico verdiblanco, que puso a calentar a Soko en el inicio del segundo tiempo. No lo tenía en el campo jugando y de­vorando rivales, sino que empezó en­señándolo en la banda, sin capacidad de morder pero sí de mostrar la aleta. Quizá el técnico pensó que así les en­traría el miedo en el cuerpo a los juga­dores del Badajoz al recordar lo que había hecho en el Nuevo Vivero. El africano pasó, por tanto, de darse un banquete en aquel partido en tierras pacenses a desaparecer creando así ese estado de angustia e incertidum­bre en el que cae ese cuerpo militar de élite dirigido por el mayor Alan ‘Dutch’ Schaeffer (Arnold Schwar­zenegger) en ‘Predator’, otra película que le debe mucho a ‘Alien’.

 

Ahí tampoco se ve a la criatura. Como a Soko el pasado domingo. En una de las mejores escenas de la película, todo el batallón se pone a disparar a la selva sin saber contra qué disparaban pero intuyendo que la criatura andaba por allí. Así inten­taron defender al extremo cameru­nés del Racing cuando por fin entró al partido el domingo dando en poco tiempo más sensación de peligro del que había habido en la hora de jue­go anterior. Su sola presencia es una amenaza y a él se le vio con especiales ganas al haberse visto, de pronto, en el banquillo en los dos últimos parti­dos. Algo ha pasado. A los del Bada­joz no les importaba. Sólo querían frenarle. Le vieron vulnerable ante su nueva condición de suplente y por ahí trabajaron su defensa. Hubo quien tomó la palabra del mayor ‘Dutch’ y dijo aquello de «si sangra, podemos matarlo». Y lo hicieron. Lograron que no se jugara prácticamente nada con él en el campo. Fue su manera de librar la amenaza del octavo pasajero.

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